Seguir una dieta saludable y equilibrada no es el único factor a tener en cuenta a la hora de gozar de buena salud, ya que los alimentos no responden de la misma manera en una persona que en otra. Seguro que conoces a una persona que “coma lo que coma nunca engorda” y otra persona que, en cambio, coge peso con mucha facilidad. Pues bien, detrás de este fenómeno existe una explicación clara: la genética juega un rol fundamental en la manera en la que nuestro cuerpo responde a los alimentos.
Por este motivo existe la diversidad corporal, porque, aunque haya individuos que sigan las mismas pautas de comidas y ejercicio, sus pesos y constituciones nunca serán iguales. Hoy nos detenemos a explicar cómo las diferencias entre individuos se pueden explicar gracias a la variedad genética.
5 claves para entender la relación entre la genética y la alimentación
- Nutrigenética y nutrigenómica: Existen dos ciencias especializadas en esta rama. Por un lado, la nutrigenética estudia cómo los genes influyen en nuestra respuesta a los alimentos que consumimos y cómo aumentan o disminuyen la posibilidad de contraer ciertas enfermedades. Por otro lado, la nutrigenómica es la rama encargada de investigar cómo los alimentos interfieren en la expresión de los genes. Ambas especialidades son cada vez más importantes a la hora de prevenir y tratar enfermedades relacionadas con la alimentación.
- Una persona puede someterse a un estudio de sus genes si desea determinar las cantidades y tipo de comida que necesita su cuerpo para mantener un adecuado balance corporal. De esta manera, los resultados determinarán los requerimientos nutricionales específicos que cada uno precisa y servirá para identificar los tipos de alimentos a los que una persona es susceptible.
- Según los resultados de una investigación genética de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, la dieta es la clave para controlar nuestra susceptibilidad genética a la enfermedad. En la elección de lo que comemos, elegimos si proporcionaremos a nuestros genes las armas necesarias para combatir enfermedades. Por ejemplo, si consumimos demasiados carbohidratos con demasiada frecuencia (excedemos los límites normales) el cuerpo puede activarse para reaccionar movilizando el sistema inmune, como si el cuerpo estuviera siendo atacado por virus y bacterias.
- El Instituto de Nutrigenómica asegura que nuestros genes también intervienen en las preferencias alimentarias y las tolerancias de cada individuo. Por ejemplo, hay personas que pueden tener cierta predisposición por el dulce o por el salado dependiendo de sus genes. Según el estudio “Genetics of Eating Behavior” publicado en Nutrition Reviews: “las personas con una variante TAS2R38 asociada con un sabor amargo mejorado pueden recibir asesoramiento para seleccionar alimentos saludables que sean más sabrosos o recibir instrucciones sobre los métodos de preparación de alimentos para hacer que los vegetales amargos sean más sabrosos”.
- Sonya Angelone, portavoz de la Academia Española de Nutrición y Dietética, sostiene en que existe una causa genética que influye en los antojos: “El gen FTO afecta al nivel de la ghrelina, la hormona del hambre, y de la leptina, que provoca la sensación de saciedad. Hay otros genes importantes que influyen en el apetito y que afectan a la satisfacción de las personas al tomar ciertos alimentos y provocan antojos.”
De esta manera, es importante tener en cuenta que nuestra salud y balance corporal no está determinado únicamente por el ejercicio físico ni el tipo y la cantidad de comida que ingerimos. Va mucho más allá. La mejor forma de alimentarse es teniendo en cuenta las necesidades y características de cada uno, conociendo las diferencias genéticas y su relación con los nutrientes. Con todo esto, conseguirás mejorar tu estado nutricional, logrando disminuir el riesgo de padecer ciertas enfermedades y consiguiendo suficiente energía para gozar de una la salud óptima.
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